Nothing left to lose

Había pasado un buen tiempo desde que había terminado su año en Hogwarts, en ese tiempo todo se había logrado tranquilizar. Regulus ya no figuraba en sus pensamientos, y si bien siempre lo querría, jamás volvería a aparecer en su vida más que como su prima.

Narcissa estaba casada, era Narcissa Malfoy, ya no más. Su relación con Lucius estaba empezando a ser algo más llevadero. Se llevaban bien, y si bien no estaban enamorados ni nada cercano, era algo con lo que podía convivir. Algo de sexo en las noches y un buen trato los días, pero nada más allá.

Esos últimos días había estado extraña, algo le sucedía, sentía que algo le faltaba y realmente no sabía que era. Decidió ir a la casa de los gritos, aquel espeluznante lugar era su mejor refugio para pensar y estar algo tranquila, nadie la interrumpiría allí.

Todo y todos habían cambiado bastante en el último tiempo, y él no era la excepción. Por empezar, se había mudado. Había conseguido un apartamento. Era pequeño y no era la clase de lugar que uno llama hogar, pero dado que pasaba todo su tiempo fuera y a veces ni siquiera pasaba la noche allí, le funcionaba bien.

Ahora estaba sentado en el suelo de la casa de los gritos, apoyado en la pared. Con una botella por la mitad de whisky de fuego a su lado y la mirada perdida. Esa se había convertido en su rutina en el último tiempo, cuando le tocó crecer y todo pareció irse a la mierda. Habían decidido terminar su relación con Atenas por el momento y aunque todavía no podía negar lo que sentía por ella (un amor que intentaba matar con alcohol), se había dado cuenta de que no estaba listo para nada de eso. No era material para ser un novio decente y mucho menos un esposo o padre. Simplemente no era lo suyo. Pero eso no era en lo que pensaba esa noche, de hecho no pensaba en nada en especial. Sólo sabía que quería salir de allí y encamarse con la primer mujer que se le cruce en el camino.

Necesitaba sentir que nuevamente era Sirius Black, un hombre libre. El hombre de todas. Por eso una sonrisa ladeada se formó en su rostro cuando escuchó la puerta del lugar abrirse y pisadas que parecían ser de sólo una persona. Ahora sólo le quedaba esperar a que la persona que cruzara la puerta fuera una mujer y la fiesta empezaría.

Por el contrario de él, el cambio de Narcissa había sido bastante favorable, o al menos era lo que saltaba a la vista. Era una mujer hecha y derecha, una mujer de familia que se dedicaba a su esposo y a su imágen ante la gente. Estaba considerando el hecho de poder especializarse en Astronomía, pero era una propuesta que no terminaba de captar su atención del todo. Si, era su asignatura favorita, pero no se sentía segura como para encaminar su vida en algo fijo, no por ahora.

Sintió un frío recorrer su cuerpo cuando entró a la casa de los gritos, esa sensación jamás se le iría, fuera las veces que fuera. Creyó estar sola, el silencio era abrumador. Su pensamiento cambió cuando, al adentrarse más en la casa, encontró a un hombre en el suelo en un estado degradante. Al verlo bien, pudo darse cuenta de que no era cualquier hombre, no. Era Sirius, y aparentemente estaba en su peor momento. Sólo se quedó mirándolo, sin decir una palabra. Su relación como primos había terminado de la peor manera.

No, a diferencia de ella, él realmente estaba en su peor momento. Pero nunca se mostraba así frente a los demás. Algo de Black todavía corría en sus venas, y Sirius odiaba que lo vieran mal. Cada vez que veía a sus amigos, el moreno era el de siempre. Carismático, sonriente, bromista, encantador y arrogante. Pero, como casi todos en su familia, cuando las personas se iban y su única compañia era su sombra, las cosas eran un poco diferentes.

Llegó el momento de la verdad y él se levantó del suelo, sin borrar de su rostro esa sonrisa casi altanera dejó la botella arriba de una mesa de allí y al escuchar pasos se dio media vuelta para ver a su siguiente conquista, para luego enarcar una ceja al ver que se trataba de su prima, Narcissa. Eso iba a terminar muy mal, o muy bien. Sirius nunca tuvo problema con el incesto, y sabía que la rubia tampoco. Ambos se habían enamorado de sus primos y la habían pasado mal, eso era verdad. Pero no había nada de malo en un poco de sexo. Después de todo, la familia que jugaba junta, permanecía junta. Pero claro que todavía no pensaba en eso.

- Cissa - la saludó como si de su prima Andrómeda se tratara - ¿O debería llamarte Señora Malfoy ahora? - dio un paso hacía ella, ahora divertido. Ella si que era la última persona que esperaba ver - Tiempo sin verte, primita.

- Cissa, Sirius - Le aclara con cierta molestia. Si, formalmente era la señora Malfoy, pero era algo a lo que debía amoldarse por completo, y él solo la llamaba así con intención de molestarla, cosa que no quería en este momento. Era demasiado inoportuno encontrarlo allí, ese era su lugar, no podía invadirlo.

- Lo mismo digo.. - Murmura con pocas ganas, lo mejor sería irse de allí y encontrar otro lugar, no tenía ganas de que él la molestara por hoy. A Sirius nada le importaba, su relación terminó de pésima manera por lo tanto lo único que le importaría sería joderle la vida como siempre, y no tenía los ánimos, para nada.

Se echó unos pasos hacia atrás, con intención de irse, pero recordó que no tenía otro lugar donde ir. Su casa era ahora la mansión Malfoy, y de ahí había escapado hoy, y no podía volver a casa de sus padres, ya que la agobiarían de preguntas. Frunció los labios, aquello no estaba bien.

Acentúa más su sonrisa ante la ligera irritación de su tono cuando murmura esas palabras, quizás si no estuviera ebrio él sería el primero en irse de allí porque por lo general no soportaba estar en la misma habitación con su familia por demasiado tiempo. Y menos con una estirada y amarga rubia idiota como creía que era Narcissa. Pero en ese momento el whisky de fuego que había tomado cinco minutos antes de que ella llegará comenzó a hacer efecto en su cuerpo y la idea de su prima como próxima conquista atravesó su mente.

- ¿Ya te vas, cuñadita? - empezó, casi como si quisiera burlarse de ella - Hablo de que, entiendo que nunca fui tu primo favorito pero, ¿No podríamos hablar un rato? - dio unos pasos hacía atrás y se sentó en el largo sillón aterciopelado de la sala, esperando que ella haga lo mismo.

- Mira, calculo que no has venido aqui en busca de alguien con quien hablar.. Y si asi lo fuese yo soy la peor opcion, asi que ¿Porqué no te quedas aquí y sigues en lo tuyo, sea lo que sea, y yo me voy a arriba? - Propone casi pidiéndoselo, notándose el tono cansado en su voz. No quería pelear, realmente no, y sus ánimos estaban -10. No quería darle aquel puto gusto.

No espero a que le contestara, eso sería esperar a su provocación. Hizo unos pasos y subió la escalera, yendo a la habitación principal de la casa y recostándose en la cama con comodidad luego descalzarse.

La escuchó y la dejó irse sin chistar, solo siguiéndola con la mirada, volviendo a quedarse solo por un par de minutos. Se levantó nuevamente de allí y como antes volvió a tomar la botella de arriba de la mesa frente a él, dándole un largo sorbo.

Claramente él no iba a dejar las cosas así, sus noches se estaban tornando algo aburridas como para dejar pasar la oportunidad de molestar un rato más a la nueva señora Malfoy. O mejor aún, tirársela. Empezó a caminar como ella lo había hecho, subiendo las escaleras como si de su casa se tratara -aunque casi lo era- y llegando hasta la habitación principal.

Se recargó en el marco de la puerta, mirándola. - ¿Quieres un poco? - murmuró, señalando con la cabeza la botella. - Pareces necesitarlo ahora que eres una Malfoy.

Levantó su mirada cuando lo vio aparecerse, aparentemente no la dejaría tranquila. Frunció los labios, sin ánimos. - No, gracias - Contestó seca, sin expresión más que frialdad. Lo pensó dos veces antes de contestar, sabía como era ella con el alcohol, como era Sirius con el alcohol, y como eran ambos con el alcohol. No quería repetir viejos errores.

- Y no lo necesito, ser o no ser Malfoy no cambia en nada - Agrega con cierta molestia, detestaba que siguiera molestándola con aquello. Estaba bien en su matrimonio, si. No era de lo más feliz, pero lo sabía llevar.

En ese momento, ya podía decir con total seguridad que estaba borracho, pero no se le notaba. Su resistencia era importante y él podía controlarse hasta un cierto punto, aunque con dos o tres más de los sorbos y otra botella más vacía no se haría responsable de sus actos y menos al verla a ella recostada en una cama, prácticamente esperando por él.

- Claro que cambia - y no, no la dejaría de molestar. Su enojo significaba la diversión de Sirius - Ahora entiendo por qué saliste con mi hermano en primer lugar - empieza con su discurso, caminando hacía la cama con total tranquilidad. Nunca lo había hablado con ella y sabía que seguramente era un tema que evitaba, pero no le importaba. - Ambos son igual de Black, igual de idiotas e estirados - casi lo dice con asco, quitándose los zapatos y sentandose junto a ella. - Ninguno de ustedes era el heredero pero aún así decidieron hacer todo lo que mamá y papá ordenaban, no creen que haya otro futuro más allá del que eligieron para ustedes - le dedica una sonrisa, completamente falsa y se recuesta junto a ella.

- ¿No estás harta de eso? ¿No crees que ahora es el tiempo de romper un poco las reglas, Cissy? - le da otro largo sorbo a su whisky y lo deja en el suelo, con la mirada fija en ella ahora, mientras acaricia el hombro de la rubia con la palma de su mano.

En aquel momento de su vida, Narcissa no era la misma mujer que antes. Se comportaba de mejor manera, y todo eso, pero lo peor, es que estaba más sensible a todo. Estaba demasiado vulnerable y aquello era algo muy malo. Las palabras podían dañarla con facilidad y ella no sabría como contestar, no tenía aquella filosa lengua al hablar, no sabía herir.

- Sé cual es mi futuro, se que debo hacer y se que es lo que quiero. No soy ninguna idiota, y aparta tus mugrosas manos de encima mío - Le respondió con voz temblorosa, y con la firmeza que encontraba en sí. Su mirada hacia él era de puro desprecio y desconcierto, no entendía que era lo que él ganaba molestándola, e hiriéndola. Si, se había equivocado con él en algún momento, pero porqué cargar las culpas ahora? No era justo, no estaba bien. Hace un brusco movimiento quitando su mano de su hombro, con desdén.

Y así como ella había cambiado, él también lo había hecho. Su cordura se había hechado a perder, y se había vuelto mucho más agresivo y venenoso de lo que jamás fue. Y de lo que se permitía ser. Era su lado Slytherin, su lado Black que solo el alcohol sacaba. Algo que no podía evitar y que lo hacía odiarse.

- Es porque prácticamente te lavaron el cerebro, encanto - no vuelve a intentar acariciarla, pero se acerca un poco más a ella - No te parecían muy mugrosas en Hogwarts, ¿no? - sonríe recordando, con un deje de perversión - Ni me negabas una copa - le recuerda - Vamos Cissy, ya no hay nadie a quien puedes lastimar si te acuestas conmigo - sus ojos brillan apenas un poco más, mientras se acomoda en la cama.

- Te aprovechaste de la situación y jamás se volverá a repetir, ya déjame en paz Sirius - Le reprocha con bronca. Se muerde el labio inferior mientras lo mira, confundida, desprotegida. Pareciera que los papeles hubieran cambiado, ella era la pobrecita y él el maldito cretino.

Siempre se arrepentiría de haberse acostado con él, había echado a perder su relación con Regulus, aunque si bien eso había encaminado a su matrimonio con Lucius, había permitido que su primo se enamorara de aquella maldita Gryffindor a la cual le tenía rencor aún. No había vuelto a hablar con Regulus desde su boda. No habían pasado de más que unos saludos formales y por discreción, eran familia y siempre lo serían, nada cambiaría aquello.

- ¿Yo me aproveché? - suelta una risa un poco exagerada - Por favor, eres tan culpable de lo que pasó en esa aula como yo - era lo típico, echarle la culpa a Sirius. Pero ambos sabían que no había sido así, era un 50/50 aunque al momento de sufrir las consecuencias ella era la que peor lo había pasado. Pasa su brazo alrededor de ella y la atrae contra él, para luego soltarla, tomando con una mano su muñeca.

- Deja de actuar como una maldita frigida, ambos sabemos que no eres así, muñeca - no se da cuenta de que ella cambió, de que ahora tiene más autocontrol y de que su vida por fin está encaminada. No se da cuenta de que no iba a ceder y menos si la trataba así. Y ella tampoco notaba que si seguía comportandose como una perra, él se iba a portar como un cretino.

Él tampoco había vuelto a hablar con su hermano, habían peleado -Regulus intentó golpearlo y termino con el ojo morado- y Sirius se burló de él porque era incluso más cornudo que James, pero eso había sido todo. Había sido cruel y lo sabía, pero consideraba a su hermano una escoria así que la culpa se había borrado rápido.

Si, sabía que la culpa recaía en ambos pero no quería ni pretendía ver la realidad del asunto, era algo pasado que no volvería a repetirse, por lo tanto no tenía de que excusarse. No puede evitar llevarse cierta sorpresa cuando él la toma por la muñeca de aquella manera, no era una actitud muy corriente y sentía que él quería tomar control sobre la situación, sobre ella.

Hace un movimiento brusco intentando soltarse, en vano. - No actúo, no lo soy, pero si contigo. Me das asco, Sirius, me repugnas.. ¿Qué parte no entiendes? - Suelta venenosa, con asco en sus palabras, y una voz algo temblorosa. No deja de mirarlo a los ojos con aquella mirada azul tan atrapante, tan suya.

En ese momento, eran todos sus demonios y su sangre hablando y actuando. Lo cierto es que Sirius ni siquiera se acercaría a una mujer a menos de que ella lo desease, pero en ese momento no le importaba lo que ella quería. El traer el pasado al presente le había hecho acordarse de lo bien que se veía la rubia cuando no tenía toda esa molesta ropa.

- ¿En serio? ¿Eso es todo lo que vas a hacer? - suelta una risa estridente, con un claro deje de locura del cual ya no era consciente, pero creía que su prima sí. Sus insultos y su intento de separarlos le resultaban patéticos. - Vamos, Cissa - coloca su mano libre en el hombro de ella y la acaricia por encima de la tela de su camisa. - Un polvo por los viejos tiempos - La mira fijamente, como si él fuese un cazador y ella, su presa. Claro que sabía que la respuesta de la rubia sería un claro no. Podía ser mil cosas pero no era ninguna puta y no accedería tan fácil. Quizás hasta tendría que forzar un poco las cosas. Se sonrió ante la idea.

Lo miró fijamente, no podía hallarlo en su propia mirada, sin dudas no era Sirius, al menos no el Sirius que todos conocían, no era el Sirius con el que Narcissa se había criado. Si bien ella le demostraba un constante odio y desprecio, era por el dolor que le había causado su partida, tanto a ella como a Regulus y hasta sospechaba que a algunos más de la familia. Era imposible que despreciaran con tanta facilidad a un hijo, y para Narcissa esa era su forma de desquitarse.

Su labio inferior temblaba ligeramente, se mordió suave el mismo sin pronunciar palabra alguna, a la vez que mantenía su mirada azul intensa a la suya gris, tan perdida y fuera de sí. - No pierdas la poca dignidad que te queda - Susurra, hasta parece que se lo pidiera. ¿Dignidad? ¿Enserio? Ni creía que le quedara un poco a estas alturas. Se removió en su lugar nuevamente, él tenía mucha más fuerza que ella, era inevitable safarse. Esta bien, no podía negar que quizás su primo le pareciera atractivo y a veces su trato hostil era algo más que llamativo, pero aquella no era la forma de tratar con ella y había aprendido que no debía meterse con su familia.

Sirius no lo veía de esa forma, y nunca lo había creído así. Para él era lo contrarío, estaba seguro de que todos se habían alegrado con su partida. Sobre todo Regulus, quien en ese momento se convirtió en el nuevo centro de atención y el heredero. No se había dado cuenta de que había puesto el peso de todas las responsabilidades con las cuales él había nacido en los hombros de su hermano menor. Y ni siquiera lo dudaba de sus padres, nunca creyó su amor genuino.

Ella no le bajó la mirada en ningún momento, aunque se la notaba más tensa. El morderse su labio inferior hizo que él mismo dibujase una sonrisa en su rostro, ignorando lo que ella le decía y su intento de safarse. El guapo moreno movió su mano libre que hasta ahora estaba apoyada en la cama hasta su cintura, agarrándola de allí y atrayendola hacía él para luego tomar sus labios en un beso pasional y algo rudo.